Estoy sentada en el suelo,
precisamente en mi habitación,
nuestro -por entonces- nido de donde a veces,
o no tan a veces, quisimos volar.
Sigo intentando sacar de mi pecho tu vacío,
supongo que mis cigarros se ocuparán de ello.
Deben hacerlo.
Me tengo que arreglar,
intentar peinar este desorden,
decorar tus labios con algún pintalabios
(porque fueron tuyos, y lo seguirán siendo siempre)
ir al bar de la esquina,
tomar un trago,
o dos, o tres,
y llorar,
despedirme en silencio de tu voz,
o del olor de mis sábanas cuando dormías aquí conmigo,
y si me preguntan cual es mi lugar favorito de la cama,
les responderé que eres tú.
Como los gatos, que se van a un mismo sitio cada noche,
sin importar las circunstancias,
yo me sentía gata yendo a observar a mi luna,
y no hace falta decirlo
-pero lo hago-
eras tú mi absurda luna.
Y volvería a visitarte cada madrugada,
cada noche donde los callejones dieran miedo,
o donde las estrellas brillasen tanto
que no fueran necesarias las farolas.
Y es que, no me cansaría de ir a ti.
Te conocí a ti y a tus mañanas,
a tus manías de girarte y abrazarme por las noches,
o eso de abrir las persianas
para que me despertase con la claridad.
Mirar la tele tumbado -siempre-
y abrir las cervezas con la mano izquierda.
Te quería a ti y a tu lado de la cama,
aunque se esfumara junto a tu parecido a mi luna,
y mi complejo de gata solitaria.
precisamente en mi habitación,
nuestro -por entonces- nido de donde a veces,
o no tan a veces, quisimos volar.
Sigo intentando sacar de mi pecho tu vacío,
supongo que mis cigarros se ocuparán de ello.
Deben hacerlo.
Me tengo que arreglar,
intentar peinar este desorden,
decorar tus labios con algún pintalabios
(porque fueron tuyos, y lo seguirán siendo siempre)
ir al bar de la esquina,
tomar un trago,
o dos, o tres,
y llorar,
despedirme en silencio de tu voz,
o del olor de mis sábanas cuando dormías aquí conmigo,
y si me preguntan cual es mi lugar favorito de la cama,
les responderé que eres tú.
Como los gatos, que se van a un mismo sitio cada noche,
sin importar las circunstancias,
yo me sentía gata yendo a observar a mi luna,
y no hace falta decirlo
-pero lo hago-
eras tú mi absurda luna.
Y volvería a visitarte cada madrugada,
cada noche donde los callejones dieran miedo,
o donde las estrellas brillasen tanto
que no fueran necesarias las farolas.
Y es que, no me cansaría de ir a ti.
Te conocí a ti y a tus mañanas,
a tus manías de girarte y abrazarme por las noches,
o eso de abrir las persianas
para que me despertase con la claridad.
Mirar la tele tumbado -siempre-
y abrir las cervezas con la mano izquierda.
Te quería a ti y a tu lado de la cama,
aunque se esfumara junto a tu parecido a mi luna,
y mi complejo de gata solitaria.
Creo que soy tu gata, yo tu luna y viceversa. |
Comentarios
Publicar un comentario