Nos sentamos allí los dos , sin decir ni una sola palabra. La noche estaba más espesa de lo normal, tu mirada perdida, la mía intentando encontrarla . En aquella terraza con vistas a toda la ciudad nos habían dejado solos. No quedaba nadie vagando a las tres de la mañana, solo tú y yo y lamentablemente los vicios . Te hice un gesto con la mano para que me alcanzaras tu mechero, pobre piedra desgastada. Pasaron cinco segundos y me diste tu arma, al hacerlo nuestras manos una vez más, -de tantas- se unieron como si no se hubieran olvidado . Y no, no lo habían hecho. Los dos apartamos la mano con rapidez. Adolescentes, tan impredecibles e indecisos. Apenas te reconocía, habías cambiado muchísimo desde la última vez que te vi. Ya eras todo un hombre disfrazado de Peter Pan queriendo conocer a Wendy . Ahora no jugabas, fumabas , ahora no tragabas, escupías cabizbajo , ahora no soñabas, te consumías . No sé que pretendías, la droga no iba a mi
"Para endurecerse nunca hay que perder la ternura"