Bonitas heridas las
nuestras.
Invadíamos
cada vacío juntos,
haciendo
que tus miedos y fracasos se unieran a
los míos ,
creando una fuerza extraña que a pesar de los
años,
del tiempo o de lo vivido, no se apagaba.
Tú
seguías en mis heridas, clavadas con el dolor inmerso que causaban,
como yo a las tuyas, las más
frías y débiles del
planeta.
Aún
recuerdo esas noches calurosas y húmedas de agosto, donde se nos consumía el
cigarro, o el cigarro nos consumía a nosotros, no lo sé. Donde el tiempo se
paraba solo para
escuchar nuestras voces, el aire nos ahogaba y las sonrisas nos unían, aquel
verano fue un antes y un después entre lo bueno y lo que jamás se olvida.
No pude hallar
la manera de parar aquello, ese instante donde el fuego no
quemaba, si no que nos iluminaba de la oscuridad de tu casa desordenada y gris.
Donde el silencio no era malo, si no que ayudaba a que nuestros labios se
uniesen con más facilidad y encanto. Todo era distinto.
A partir de ahí, todo son manchas
en mi memoria, manchas de café en tu camisa blanca, o manchas de rímel por mis
lágrimas de risas contagiosas, pero sí, es cierto, recuerdo que aquella noche salí
al balcón mientras tú aún dormías, la luna iluminaba tu espalda con incontables
lunares, mientras yo, como una tonta, los enumeraba cientos de veces.
Mi
mechero hizo su trabajo y mi cigarro se culminó en mi boca, donde siempre
acostumbraba a posarse. Miré atenta a todo lo que me rodeaba, una brisa golpeó
mi mejilla y me dejé llevar, en en ese momento entendí lo que era desde un principio necesario: me gustaban tus heridas, incluso me gustaban las mías, dejaban al descubierto todo el daño que había sufrido, y sin embargo
estaba ahí, disfrutando del mejor verano de mi vida, con aquella persona
dormilona en la habitación de al lado, y de pie, más fuerte que nunca.
Entendí
que nuestras heridas nos hacían ser quien éramos ahora y lo que nos quedaba
por vivir, quizás millones de veranos como ese, quizás un último cigarro
juntos, quien sabe, la vida depara demasiadas sorpresas, o mejor dicho, heridas. De momento el humo
consumía mi aliento y el día evaporaba a la noche, tus ojos se abrieron y
preguntaron por mi nombre, me acerqué y nada había cambiado, tú seguías en las
sábanas blancas, y yo al otro lado de la cama, observándote.
Mirando como tú y tus sueños os dormíais. |
Joder, Belén.
ResponderEliminarNo sabes cuanto tiempo llevaba esperando(te) una entrada o algo.
Pensé que habías dejado el mundillo de blogger pero no pregunté nada, me daba miedo la respuesta a esa pregunta.
Me alegra saber que no es así, y que, aunque llegue tarde a una entrada como esta, sigas regalando al mundo esta pequeña parte de ti que merece la pena conocer.
Que sueltas palabras y detalles a poquitos, pero aceleras el corazón a kilómetros por hora.
Gracias por pasarte por aquí con un regalo como este.
Blogger y sus problemas informaticos te echaban de menos, y yo con ellos.
Espero volver a verte por aquí pronto.
Siempre esperando,
Moon.
Eres un pedacito de cielo, pero conmigo te lo has ganado entero. Te doy las gracias por esperar(me), por estar pendiente de algo que hago con mucho amor y ternura. Intentando llegar a la mitad de lo que me transmites tú.
EliminarGracias Moon.
Por aparecer siempre por aquí.