Si esta acaba siendo mi última carta, quiero que sepas, que tú hiciste que no me sintiera sola.
Sentirme sola.
Cada vez que pronuncio esas dos palabras juro que es como si una pequeña hormiga, recorriese mi espalda por completo, y con un simple suspiro, esa hormiga desapareciese.
Quiero que sepas, que si este es el adiós definitivo esto no será como siempre. No nos pasará como a los demás. Hay gente que olvida que es tener quince años en cuanto se esfuman junto con los dieciséis, y dejan todas sus anécdotas en un cajón invisible que por mucho que miren hacia atrás no retorna. Queman todas las fotos y las convierten en ceniza, revelando otras nuevas y sintiéndose dueños de sus memorias. Yo solo sigo mirándote aquí, hoy especialmente estás más guapo que nunca. Y en ese momento, me doy cuenta de que no soy una historia triste, estoy viva. Me pongo de pie y miro las luces de los fanales y de los edificios, y todo lo que hace que me asombre.
Coloco mi dedo en el play de aquella canción que hace que reviva cada instante. Yo solo sigo mirándote, la luz de aquella calle hace que tu pelo se tiña con mis vivencias.
Si esta acaba siendo mi última carta hacia tus manos, hacia tu sonrisa o tu pelo, déjame decirte y decirte y volver a decirte, que tú hiciste que no me sintiera jamás, sola.
Estar un segundo contigo era abrazar al vacío, negro e intenso. Pero dejabas que abrazara a esa fuerza tan grande, que dejaba mareados a mis pensamientos.
Si realmente esta es la última carta que debes leer y releer de mi puño y letra, déjame decirte que yo intenté no dejarte solo. Créeme, lo intenté, y quizás mis esfuerzos no dieron resultado, como mi vida en si. El resultado del cual da cero y ni se multiplica. Pero si pasan los años, y tus ganas de escuchar mi voz no se esfuma, llama a mi puerta, estaré allí con un paraguas, o quizás sin, disfrutar de la lluvia siempre fue mi pasatiempo favorito. Y tú lo sabias. Oliendo cada fragancia que desprende tu colonia mezclada con el aroma a invierno.
Si ahora mismo te asomas a tu ventana, verás la carta. La larga o corta carta, todo depende de ti y tus ganas de leer. Léeme a susurros, esos que me repetías al oído infinitas veces. Esos que hacían que mi piel se erizase de una manera eléctrica y descomunal. Al fin y al cabo no soy lo que escribo, sino lo que sientes al leerme.
Sentirme sola.
Cada vez que pronuncio esas dos palabras juro que es como si una pequeña hormiga, recorriese mi espalda por completo, y con un simple suspiro, esa hormiga desapareciese.
Quiero que sepas, que si este es el adiós definitivo esto no será como siempre. No nos pasará como a los demás. Hay gente que olvida que es tener quince años en cuanto se esfuman junto con los dieciséis, y dejan todas sus anécdotas en un cajón invisible que por mucho que miren hacia atrás no retorna. Queman todas las fotos y las convierten en ceniza, revelando otras nuevas y sintiéndose dueños de sus memorias. Yo solo sigo mirándote aquí, hoy especialmente estás más guapo que nunca. Y en ese momento, me doy cuenta de que no soy una historia triste, estoy viva. Me pongo de pie y miro las luces de los fanales y de los edificios, y todo lo que hace que me asombre.
Coloco mi dedo en el play de aquella canción que hace que reviva cada instante. Yo solo sigo mirándote, la luz de aquella calle hace que tu pelo se tiña con mis vivencias.
Si esta acaba siendo mi última carta hacia tus manos, hacia tu sonrisa o tu pelo, déjame decirte y decirte y volver a decirte, que tú hiciste que no me sintiera jamás, sola.
Estar un segundo contigo era abrazar al vacío, negro e intenso. Pero dejabas que abrazara a esa fuerza tan grande, que dejaba mareados a mis pensamientos.
Si realmente esta es la última carta que debes leer y releer de mi puño y letra, déjame decirte que yo intenté no dejarte solo. Créeme, lo intenté, y quizás mis esfuerzos no dieron resultado, como mi vida en si. El resultado del cual da cero y ni se multiplica. Pero si pasan los años, y tus ganas de escuchar mi voz no se esfuma, llama a mi puerta, estaré allí con un paraguas, o quizás sin, disfrutar de la lluvia siempre fue mi pasatiempo favorito. Y tú lo sabias. Oliendo cada fragancia que desprende tu colonia mezclada con el aroma a invierno.
Si ahora mismo te asomas a tu ventana, verás la carta. La larga o corta carta, todo depende de ti y tus ganas de leer. Léeme a susurros, esos que me repetías al oído infinitas veces. Esos que hacían que mi piel se erizase de una manera eléctrica y descomunal. Al fin y al cabo no soy lo que escribo, sino lo que sientes al leerme.
y dejan todas sus anécdotas en un cajón invisible que por mucho que miren hacia atrás no retorna. |
Que bonito Belu, eres una artista!
ResponderEliminarQue bonito Belu, eres una artista!
ResponderEliminarOhh Noelia muchísimas gracias reina!! De verdad!!
EliminarLos cajones siempre me han dado y darán mucha pena.
ResponderEliminarPero pueden llegar a ser preciosos, por todo lo que tienen que contar.
Estar un segundo contigo era abrazar al vacío.
Y joder, ¿por qué me haces esto?
Es bonito, porque mientras lees esto, en un bajo susurro, te das cuenta de que la música suaviza la entrada, la hace miel en los labios y brillo en los ojos.
Gracias.
Por entradas así, Belén.
De verdad.
Moon.
Mi pequeña Moon... no sabes la ilusión que me hace ver tu nombre en mis entradas.
ResponderEliminarLa verdad es que los cajones están llenos de ilusiones y de vivencias que por más que cerremos con llave, no desaparecerán jamás.
Abrazos al vacío...
Gracias a ti Moon, por ser como eres.