Amo tu frialdad ante la vida, como si todo lo que ocurriese a tu alrededor, fuese culpa de la casualidad sin más importancia. Veías tus años pasar como días, qué era el tiempo decías, si no lo aprovechas al máximo.
Era verte y rejuvenecer cinco años de golpe, haciendo que el momento que estuviese contigo, fuese eterno e infinito. Tenías una magia que nadie entendía. Yo intentaba descifrar todos los jeroglíficos que se planteaban en tu vida, cosa difícil y poco problable. Pero mientras lo intentaba, dejabas que me quedase ahí, contigo, a tu lado, en aquel sofá que tantas mañanas tardes y noches nos brindó.
Amo tu valentía y tu falta de miedo, como si estando contigo, nada pudiese herirme a mi ni a mi coraza de hierro gélida. Mirabas a la vida con descaro, con prepotencia incluso. Eras un preciso punto en la inmensidad, en mi memoria.
Te vi crecer, ¿sabes? vi como ibas cambiando. Como tu personalidad camaleónica invadía mi formulario de preguntas. Vi como tus insignificantes temores, se convertían en grandes metas, y esas metas, en objetivos cumplidos.
Vi como abrazabas a tu madre, como te despedías de tu abuelo, o como llorabas por historias interminables. Te conocí, créeme cuando lo digo.
Pude ver más allá de esa persona que fingías ser, y no es algo que sepa hacer con todo el mundo, pude hacerlo contigo, la persona más indescifrable que conocí hasta ahora.
Amo tu necesidad de cariño aunque no lo obtengas pidiéndolo, también amo tu sensibilidad oculta, o no tan oculta a veces.
Admiré esos oyuelos tuyos cientos de veces, también tus gélidas manos, que siendo frías, calentaban las mías en cuestión de segundos. Me quedaba anonadada con tu mirada, esa que con mirarte fulminaba a emociones.
Eras como el aire, nadie podía ver que había dentro de ti, solo podían sentirte, sentirte cerca si tú les dejabas.
Amo tu frialdad ante la vida, a esa misma que tantas veces burlaste y desquiciaste. Amaba todo lo que llevase tu nombre, a ti, incluido.
Mirándote con vulnerabilidad desde lo lejos, te dejé ir, y seguiste caminando allí, en esa calle oscura por la que tantas veces andábamos.
Créeme, valoré cada puto segundo, que estuviste cerca de mi.
A ti, que me has dado tanto.
Era verte y rejuvenecer cinco años de golpe, haciendo que el momento que estuviese contigo, fuese eterno e infinito. Tenías una magia que nadie entendía. Yo intentaba descifrar todos los jeroglíficos que se planteaban en tu vida, cosa difícil y poco problable. Pero mientras lo intentaba, dejabas que me quedase ahí, contigo, a tu lado, en aquel sofá que tantas mañanas tardes y noches nos brindó.
Amo tu valentía y tu falta de miedo, como si estando contigo, nada pudiese herirme a mi ni a mi coraza de hierro gélida. Mirabas a la vida con descaro, con prepotencia incluso. Eras un preciso punto en la inmensidad, en mi memoria.
Te vi crecer, ¿sabes? vi como ibas cambiando. Como tu personalidad camaleónica invadía mi formulario de preguntas. Vi como tus insignificantes temores, se convertían en grandes metas, y esas metas, en objetivos cumplidos.
Vi como abrazabas a tu madre, como te despedías de tu abuelo, o como llorabas por historias interminables. Te conocí, créeme cuando lo digo.
Pude ver más allá de esa persona que fingías ser, y no es algo que sepa hacer con todo el mundo, pude hacerlo contigo, la persona más indescifrable que conocí hasta ahora.
Amo tu necesidad de cariño aunque no lo obtengas pidiéndolo, también amo tu sensibilidad oculta, o no tan oculta a veces.
Admiré esos oyuelos tuyos cientos de veces, también tus gélidas manos, que siendo frías, calentaban las mías en cuestión de segundos. Me quedaba anonadada con tu mirada, esa que con mirarte fulminaba a emociones.
Eras como el aire, nadie podía ver que había dentro de ti, solo podían sentirte, sentirte cerca si tú les dejabas.
Amo tu frialdad ante la vida, a esa misma que tantas veces burlaste y desquiciaste. Amaba todo lo que llevase tu nombre, a ti, incluido.
Mirándote con vulnerabilidad desde lo lejos, te dejé ir, y seguiste caminando allí, en esa calle oscura por la que tantas veces andábamos.
Créeme, valoré cada puto segundo, que estuviste cerca de mi.
A ti, que me has dado tanto.
Frialdad ante la vida. |
Leer una entrada así con A Thosand Years de fondo es muy bonito. Te lo prometo.
ResponderEliminarEn el `Te conocí, créeme cuando lo digo.´ se me erizó la piel.
En el `Amaba todo lo que llevase tu nombre, a ti, incluido.´, se me ha caído una pequeña lágrima.
Perdona, no quiero fastidiar algo tan bueno con una estúpida lágrima. Pero no se que tiene, que Moon pierde la cabeza por ello.
Enhorabuena.
No todos los días alguien me hace llorar.
Abrazos, en un Sábado 8 de Marzo, en el que os almendros empiezan a ser bonitos, y la luna se ve hasta de día, pero de noche desaparece parcialmente. ¡Y que bonita es la llegada de la primavera para los escritores!
Haz conmigo, lo que la primavera haga con los cerezos.
Se despide.
Moon.
Increíbles. Eso es lo que son tus palabras. Gracias por todo el apoyo recibido. Por todos tus dulces alagos. Y la verdad es que agradezco muchísimo que sigas esto.
EliminarEn cuanto a lo tuyo... solo te diré que espero que la primavera te llene de abundantes pensamientos. Y que los exprimas al máximo, como bien sabes hacer. Un besito enorme Moon.
La luna está ansiosa de ver tus textos.
♥