Miré el humo de mi cigarro. Se esparcía por el aire como tu sonrisa. Me acordé cuando me decías que no fumase. De hecho me fulminabas con la mirada cuando daba por accidente una calada. Pequeños detalles que no se olvidan, yo que sé.
Yo seguía haciéndolo y de hecho no te escuchaba. Miraba hacia la ventana y tu voz era un murmullo entre tanta ciudad.
Pero bah, a quien iba a engañar, adoraba que tu grave voz alertara algo de mi vida. Como si yo fuese alguien a quien cuidar, a quien proteger, aunque fuera de algo como la nicotina.
Ahora cada vez que inhalo, inhalo tu humo. Cigarros de nostalgia. Por eso, cuando todo esto entre tú y yo acabó, pensé que no me hacían daño los cigarros, sino los recuerdos que se adentraban en ellos.
Al cabo de los meses dejé de fumar. Lo curioso fue que aprendí a vivir fumando para que tú me lo prohibieses.
Yo seguía haciéndolo y de hecho no te escuchaba. Miraba hacia la ventana y tu voz era un murmullo entre tanta ciudad.
Pero bah, a quien iba a engañar, adoraba que tu grave voz alertara algo de mi vida. Como si yo fuese alguien a quien cuidar, a quien proteger, aunque fuera de algo como la nicotina.
Ahora cada vez que inhalo, inhalo tu humo. Cigarros de nostalgia. Por eso, cuando todo esto entre tú y yo acabó, pensé que no me hacían daño los cigarros, sino los recuerdos que se adentraban en ellos.
Al cabo de los meses dejé de fumar. Lo curioso fue que aprendí a vivir fumando para que tú me lo prohibieses.
Las promesas son humo. |
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