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Dime dónde estás, abuelo.

Ni si quiera la almohada puede decirte lo que he llorado por ti. Ni si quiera el cielo puede hacer que deje de tenerte cerca. Nada, puede romper lazos que a pesar de la distancia de quince mil kilómetros, siguieron sin romperse.
Y fue así, como, el 28 de septiembre se me cayó el mundo al suelo. No sé si porque eran ya dos años sin verte, o porque sabía que no podríamos volver a abrazarnos, volver a hablar, o simplemente saber que no podría despedirme…Y las luces se apagan, igual que se apagó la llama de tu vida. No encuentro ningún amigo mejor que el cielo, que tras tu pérdida, también empezó a llorar, seguramente el lloraba de felicidad, al saber, que junto a él, estarías tú.“Después de perder algo o alguien, aparece algo o alguien que substituye ese lugar”, pero realmente siento, que tu lugar, no se puede substituir. Siento que aunque pase el tiempo, en mi corazón habrá siempre dos huellas. La que dejaste al estar siempre a mi lado, a pesar de estar tan lejos de mi, y la huella que dejaste al irte. No sé qué decir, si no hay palabras para explicar lo que siento. Si miro el manto de estrellas del cielo y no te encuentro. Si miro tus fotos y no puedo recordar esos momentos. Si ya casi es un año que te fuiste y me sigue doliendo como el primer día… Cuidaré bien de mamá, como tú lo hiciste en su momento. Mi corazón no late sangre, ha empezado a bombear razones por las que seguir vivo. Para que te enorgullezcas de mí. Para que hables con el sol y digas, “mira, esa gran persona, es mi nieto”. 
Abuelo, te suplico, dime dónde estás.


QUIM LANIADO. 


Miro al cielo y no te encuentro.

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