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Brindemos.

Brindemos por aquellos momentos perfectos.
Por coger la manta y taparnos en un día de invierno. Por tomar una taza de café o chocolate caliente en un día de otoño. Por disfrutar de una brisa cerca del mar. Por acariciar a un perro y sentir su suave pelaje. Brindemos por la sensación de escuchar una canción y que te transmita más que mil palabras. Un brindis por esos silencios que matan, y que transforman miradas en besos interminables. Brindemos también por el futuro, una caja de sorpresas que nos invadirá de aquí a unos años.
Por el sonido de las olas, chocar contra las enormes rocas. Por la dulce voz de tu madre, despertándote por las mañanas. Brindemos también por el olor a verano, esa fragancia a libertad que tanto nos encanta a los adolescentes. 
Por las noches de fiestas, de bailes y de risas. Esas noches que pasan a ser historias que contarles a tus hijos años y años más tarde. 
Otro brindis por esas miradas que se encuentran, esas miradas que por casualidad se unen, y los mofletes rojos nos delatan. 
Por el placer de meterte en la ducha y cantar una maratón de tus canciones favoritas. Por el placer de comerte el último helado del verano. 
Vamos, seguimos brindando. Brindemos por que algún día, algún día lejano y a la vez próximo, nuestra felicidad aumente por momentos. 
Brindemos por la vida, que nos ha quitado y nos ha dado tanto.
Brindemos por ti, por esa sonrisa que alumbra a más personas de las que crees.


Un brindis, por ti y por mi. 



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Ya no

Ya no tiene sentido escribir por las noches ni destapar una Heineken de madrugada, tampoco fumar por las tardes, ni sonreír por las mañanas. De qué me sirve escribir, si el único motivo y línea por línea  llevaban tu nombre, -y hasta todas tus huellas-. De qué consuela, beber cerveza cuando ya no hay compañías  que la hagan menos amarga. Dime de qué me sirve, inhalar un Malboro por las tardes, cuando ni siquiera te tengo  para hacerlo a mitades. Sonreír dices, y qué es eso si cada vez que te pienso  es un verso más, y un beso menos. La luz del túnel es tenue, pero no oscura. Y tengo ganas de salir del pozo en el que me metí yo solita al conocerte. O, al creer conocerte.

Grandes esperanzas

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La letra más bonita del abecedario

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