No sé que hacer más. Esta distancia me está matando, me está alejando de mi propia persona. Cada vez te conozco menos, después de tanto. Somos unos desconocidos que nos conocemos a la perfección y esta situación es insostenible. Mirar tu última conexión. Todos tus pasos y hechos. No es obsesión, es amor. Es despertarte y que tu primer pensamiento sea una persona de la cual quedan solo restos de una historia. Nunca me habían llenado tanto y ahora que te has ido me has dejado vacía. Putas complicaciones. Puta lejanía. ¿Y que hacer cuando el amor que sientes por una persona es proporcional a las gotas de lluvia que caen en otoño? ¿Cuando es proporcional a las millones de estrellas que admiramos en el firmamento? ¿Proporcional a los millones de personas que habitamos en este planeta? No sé, no es sano esto. No es sano depender de una persona, depender de sus gestos o habilidades, no es nada recomendable. Yo espero que algún día te des cuenta de todo lo que llego a quererte, a admirarte como persona. Cuando llegue ese día, quién sabe si estaré allí para comprobarlo.
Ya no tiene sentido escribir por las noches ni destapar una Heineken de madrugada, tampoco fumar por las tardes, ni sonreír por las mañanas. De qué me sirve escribir, si el único motivo y línea por línea llevaban tu nombre, -y hasta todas tus huellas-. De qué consuela, beber cerveza cuando ya no hay compañías que la hagan menos amarga. Dime de qué me sirve, inhalar un Malboro por las tardes, cuando ni siquiera te tengo para hacerlo a mitades. Sonreír dices, y qué es eso si cada vez que te pienso es un verso más, y un beso menos. La luz del túnel es tenue, pero no oscura. Y tengo ganas de salir del pozo en el que me metí yo solita al conocerte. O, al creer conocerte.
Comentarios
Publicar un comentario