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Lo que soy, lo que no soy.

Me oculto tras mi pelo. Tras mi leve sonrisa, mis ojos pardos y mis labios cortados. Mi aroma a dulce perfume barato, y mis converse blancas desgastadas. Simplemente me oculto, no quiero mostrarme como soy, quizás solo pocas personas han conocido mi verdadera persona, mi verdadero yo.
Realmente no necesito que nadie me diga que soy una princesa, y que las princesas no lloran, porque quien diga eso, miente. Miente muy mal. Pienso que llorar es la forma más natural y sincera de mostrar tus sentimientos, son como gotas de lluvia que tocan tu piel. Son frías, transparentes, y significativas. Todo lo que yo no soy ni tengo.
Supongo que sirvo para escuchar y no ser escuchada, mi famoso lema. Me entristece y me alegra a la vez. Mi trabajo es ayudar a la gente que me rodea, decirles lo que ellos quieren escuchar, o quizás, lo que me gustaría que me dijeran a mi si estoy en una situación como la que están ellos. Nunca me abro a nadie. Quizás a poquísimas personas contadas. Y quizás es porque no necesito que nadie me ayude, porque los problemas que tengo, no pueden solucionarse. ¿Para qué contarlos? Quizás es el tiempo, mi amigo tiempo, sea quien descubra el final de mi historia. Los demás solo pueden decirme frases consoladoras y estúpidas, y incluyo también el adjetivo inútiles. Se agradecen, pero queridos, no funcionan.
Bueno, me oculto, tras mi oscuridad y claridad interior, y mis abismales fracasos. Me oculto entre mis memorias, y mis recuerdos.

Dame la espalda, yo te abrazo.



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