Enséñame a olvidarte. Enséñame a vivir sin esos besos, sin esos abrazos eternos. Enséñame tú, que eres el fuerte de esta historia a emprender un camino nuevo con tu ausencia. Ausencia que provoca llantos, dolores de cabeza e iras. Por favor, enséñame a desvanecer recuerdos, todo lo que tú hiciste. Enséñame a guardar todos tus gestos, sonrisas y miradas en un simple cajón, y tirar la llave. Enséñame tú, que eres un experto, en cambiar por otra persona mis cariños y afectos. Enséñame a tirar todo lo que un día construimos juntos, a derrumbar todo lo vivido y a sacrificar nuestros encuentros y encariñados momentos. Enséñame por favor, enséñame todo lo que has conseguido tú solo en tan poco tiempo, necesito que me demuestres todo lo que llevas aprendido, en este camino que llamamos vida, una vida sin mi.
Ya no tiene sentido escribir por las noches ni destapar una Heineken de madrugada, tampoco fumar por las tardes, ni sonreír por las mañanas. De qué me sirve escribir, si el único motivo y línea por línea llevaban tu nombre, -y hasta todas tus huellas-. De qué consuela, beber cerveza cuando ya no hay compañías que la hagan menos amarga. Dime de qué me sirve, inhalar un Malboro por las tardes, cuando ni siquiera te tengo para hacerlo a mitades. Sonreír dices, y qué es eso si cada vez que te pienso es un verso más, y un beso menos. La luz del túnel es tenue, pero no oscura. Y tengo ganas de salir del pozo en el que me metí yo solita al conocerte. O, al creer conocerte.
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