Ir al contenido principal

Invierno


Supongo que el invierno no es bueno para muchos,
que el frío cala sus corazones y sus almas,
y el cansancio les pesa el doble en los hombros.

En mi caso el invierno me helaba los miedos,
echaba atrás a mis demonios y me acariciaba las costillas todas las noches.

Ese invierno del que os hablo se personificó en el que me hacía cafés
con doble de azúcar,
el que me tapaba los pies cuando soñaba con huracanes,
y el que me despeinaba las mañanas con tan solo mirarme a los ojos.

Ese invierno del que os hablo llegó y desbordó de lluvia mis mares,
yo como una niña jugaba a acariciarle las venas de las manos
y a sentir que podía nadar en ellas.

Me adornó de pequeñas luces la silueta,
me abrigó las inseguridades,
y poco a poco,
le hice amar la lluvia.




love
El viento que cruje dentro de mi, me llena, y me acaricia.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La droga y sus vueltas

Nos sentamos allí los dos , sin decir ni una sola palabra. La noche estaba más espesa de lo normal, tu mirada perdida, la mía intentando encontrarla . En aquella terraza con vistas a toda la ciudad nos habían dejado solos. No quedaba nadie vagando a las tres de la mañana, solo tú y yo y lamentablemente los vicios . Te hice un gesto con la mano para que me alcanzaras tu mechero, pobre piedra desgastada. Pasaron cinco segundos y me diste tu arma, al hacerlo nuestras manos una vez más, -de tantas- se unieron como si no se hubieran olvidado . Y no, no lo habían hecho. Los dos apartamos la mano con rapidez. Adolescentes, tan impredecibles  e indecisos. Apenas te reconocía, habías cambiado muchísimo  desde la última vez que te vi. Ya eras todo un hombre disfrazado de Peter Pan queriendo conocer a Wendy . Ahora no jugabas, fumabas , ahora no tragabas, escupías cabizbajo , ahora no soñabas, te consumías . No sé que pretendías, la droga no iba a mi

Ya no

Ya no tiene sentido escribir por las noches ni destapar una Heineken de madrugada, tampoco fumar por las tardes, ni sonreír por las mañanas. De qué me sirve escribir, si el único motivo y línea por línea  llevaban tu nombre, -y hasta todas tus huellas-. De qué consuela, beber cerveza cuando ya no hay compañías  que la hagan menos amarga. Dime de qué me sirve, inhalar un Malboro por las tardes, cuando ni siquiera te tengo  para hacerlo a mitades. Sonreír dices, y qué es eso si cada vez que te pienso  es un verso más, y un beso menos. La luz del túnel es tenue, pero no oscura. Y tengo ganas de salir del pozo en el que me metí yo solita al conocerte. O, al creer conocerte.

El mejor momento del día

Las manos me vibran, siento cosquilleos en mis dedos, en mi pecho siento voces susurrándome tu nombre. Mis pupilas se abren, y mis orejas escuchan. En ese preciso momento me miras. Me miras con tus ojos negros, marrones, qué sé yo. Una mirada penetrante que me hunde, pero que a la vez, consigue hacer que me escape de cualquier parte del mundo. Yo te devuelvo la mirada, una mirada tonta, pícara, insegura. No se si en ese instante lo notas, pero estoy sonriendo como una tonta mientras tú, tú sigues igual de intrigante, de soñador. Bajo la mirada, supongo que por nervios, por compromiso, por ganar confianza, como si el suelo fuera una consulta de atención al cliente, como si el pavimento gris y frío fuera a decirme algo, o darme algún consejo de como mirarte tres segundos seguidos sin desviar la mirada . Te acercas. Mi corazón acelera, pierdo la noción de mi pulso, y mis mejillas empiezan a ruborizarse. Necesito respirar. Insisto en esa técnica varias veces, y me tranquilizo. Y llega el